July 30, 2009
¿Competitividad?
Igual que el verano y el invierno, llega la época de la comisión tripartita del salario mínimo, “la cual se encargará de fijar el nuevo salario mínimo” (SM). Nos afanamos en parodias de comisiones de competitividad y, sin embargo, es obvio que el pensamiento imperante es que está bien competir en algunas cosas pero no en otras.
Por ejemplo, los empresarios debemos competir en calidad, servicio y, al final de cuentas, en precio, pero a los obreros no se les permite esto. En otras palabras, si un trabajador quiere y le conviene conseguir un trabajo por menos del SM, la ley se lo prohíbe.
¿Acaso no existe una demanda por trabajadores sin experiencia, escasa preparación y bajo rendimiento? Por supuesto que sí la hay, pero los que ya están dentro del sistema rentista no quieren esa competencia y apoyan las leyes de control de precio conocidas como SM, y el resultado final, particularmente en momentos de depresión económica, es más desempleo y desesperanza para los jóvenes que usualmente presentan el perfil arriba descrito. Hablamos mucho de moralidad, pero no tenemos reparos en condenar a nuestra juventud al desempleo y a su consecuente pérdida de autoestima.
Pero los verdaderos problemas de violar las normas económicas del mercado no son tan fáciles de ver a simple vista, de manera que las sufrimos sin saber su causa. Tenemos el caso del empleador que desea contratar a un joven con poca experiencia, pero con buena disposición, para entrenarlo en su puesto, pero el costo, gracias al SM, es prohibitivo.
Claro está que en el mercado informal nada de esto aplica, y luego nos quejamos de que este sector de la economía, que no paga muchos impuestos, sigue creciendo, mientras que a quienes trabajan en el formal se les hace más difícil sobrevivir.
Por otro lado, vemos que el gobierno, a través esquemas como Inadeh, reemplaza el rol de entrenamiento propio de las empresas por uno centralizado que jamás podrá tener la flexibilidad y adaptación que el mercado requiere; y así va tomando fuerza y tamaño el ineficiente pulpo intervencionista estatal. Pero existe un lado más oscuro del debate del SM, y es que este es el instrumento más efectivo para promover la lucha de clases, enfrentando año tras año al pobre trabajador contra la “inmisericorde empresa”, sin importar que el más pobre no encuentra trabajo.
La noticia de prensa que anuncia la instalación de la comisión tripartita termina poniendo broche de oro al tema señalando que “se está evaluando quiénes serán los representantes de las organizaciones y los técnicos que van a hacer los cálculos y los estudios”. Me pregunto si también estudiarán de manera científica sus efectos finales.
Es completamente falso que regulando salarios mínimos se logre mejorar la situación económica de los más pobres; es todo lo contrario. Pero no dejemos que la realidad nos distraiga, pues el propósito que persigue cada grupo en la comisión tripartita es figurar y hacer ver que hacen y resuelven. Lo único que logran es dilatar por un año más las verdaderas soluciones, tanto de empleados como de empleadores.
¿Y cómo es que cada uno de los integrantes de la tríada realmente representa a todos los sectores económicos del país? ¿Acaso el CoNEP representa a toda la industria y al comercio? ¿No ocurre igual con quienes dicen representar a los trabajadores? ¿Acaso los que no están sindicalizados tienen voz y voto en todo esto? ¿Y qué hay de quienes están en el sector informal y de los que no tienen trabajo? Ellos tendrán que pagar la elevación del costo de vida que producirán esos aumentos de bolita de cristal que no necesariamente responden a la realidad económica del país. Lo que sí sobra en todo esto son toneladas de soberbia.
Cada persona está dotada con ciertas habilidades inherentes, capacidades, fortalezas y debilidades, las cuales solo serán reveladas a través de sus actividades en el trabajo. Los cursos estatales pueden, en alguna medida, cotejar personas con un empleo apropiado, pero el mecanismo de ubicación de personal es inherente al propio mercado y se logra con mayor eficacia y economía a través de las mismas empresas.
El laberinto de malas normas laborales en Panamá, que conoce todo el que se ha arriesgado a emprender en la formalidad, tiene otro efecto funesto pues, paradójicamente, alienta la transgresión de la ley. Pero eso lo sabemos todos, pues igual ocurre con las normas de tránsito y otras que premian al juega vivo y castigan al buen comportamiento. No me canso de reiterar que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones.