July 02, 2009

 

El consumo consume


Hace ya un tiempo, en un diario de la localidad, salió un titular diciendo: “Día puente inyecta 60 millones a la economía”. Titulares como este deberían incitar en cualquier mente inquisitiva un gran ¿cómo? Sin embargo, esta manera de pensar es tan común que pasa sin ser cuestionada. Otro ejemplo es la idea de que los carnavales generan consumo que ayuda a la economía y por lo tanto se debe gastar en ellos.

O, peor aún, afirmaciones como que el consumo representa el 70% de la economía norteamericana. Lastimosamente, esto es mucho más que un mito, producto de la falta de educación; esta manera de pensar es parte del pensamiento económico convencional, que domina en casi todo el mundo, incluyendo buena parte de los grandes centros académicos; pensamiento que sin duda es el responsable intelectual de la crisis actual.

Para aterrizar, digamos algo que debe caer por su propia lógica, que el consumo consume, o sea, el consumo sustrae recursos limitados que bien pudieran haber sido utilizados en otras necesidades. Pensar que esto puede ser lo contrario, que el consumo inyecta o genera recursos a la economía, es producto de una falacia consecuencia de una perspectiva limitada de la economía.

El error consiste en pensar que mi gasto (consumo) es el ingreso de otro y por lo tanto el gasto de todos es el ingreso de todos y por lo tanto mientras más se gaste más ingresos para todos y mejor viviremos. Este “feliciano” supuesto, como diría un tío mío, peca de un grave error; que ignora por completo la estructura de capital de la economía que es la que produce los productos consumibles. O sea, el ingreso de la sociedad es producto de su estructura de capital o productiva y nunca del consumo.

¿Qué es el capital y su estructura? Resulta ser que desde que nos expulsaron del paraíso todos los productos que consumimos son el resultado del trabajo transformador de recursos naturales en productos útiles para nosotros. Por otro lado, el tiempo para trabajar y la cantidad de recursos no son infinitos sino limitados; por lo tanto si vas a trabajar en algo necesariamente dejarás de trabajar en otra cosa, menos prioritaria, se asume.

Afortunadamente, gracias al ingenio humano, podemos contar con herramientas para hacer nuestro trabajo más productivo. Estas herramientas es lo que se llama capital, del latín capita o cabeza. Pero estas herramientas también requieren trabajo y recursos, ahorros, para su construcción y manutención y su utilidad es limitada y no transferible. El ordenamiento de todos estos recursos para satisfacer de forma óptima nuestras prioridades de consumo es lo que se llama estructura de capital. Y para que esto funcione en forma óptima, este ordenamiento debe corresponder a estas prioridades reales de los consumidores respecto a las limitantes reales en recursos.

Así, la fuerza vital atrás de esta estructura del capital son los empresarios. El trabajo del empresario es acomodar las limitantes estructurales o la disponibilidad de recursos a las prioridades de los consumidores. Esto se hace a través del sistema de precios. Los empresarios que son buenos en esto tendrán éxito; los que no, fracasarán.
El problema sucede cuando el Estado, a través del sistema monetario, el gasto fiscal e incentivos, se mete a manipular la demanda intentando garantizar una demanda constante de productos particulares aun cuando ella no corresponda a las necesidades de los consumidores. Esta alteración enviará señales equivocadas a los empresarios indicando que hay abundancia cuando en realidad no la hay.

La crisis surge cuando se descubre la realidad y la gente, racionalmente, corre a limitar su gasto excesivo dejando al sistema plagado de proyectos insostenibles ya que no responden a las prioridades de los consumidores contra las limitantes en recursos; son los malinvestments, como decía el gran Hayek.

En las últimas décadas, el mundo ha vivido como si los recursos fueran infinitos y lo escaso fuera el consumo cuando la realidad es todo lo contrario. Es en base a esta falacia, la del consumo como el motor de la economía, que los gobiernos han generado políticas de promoción de patrones de consumo a ultranza, declarando una verdadera guerra a los ahorristas a través de la inflación. Eventualmente, descubrimos que los recursos del mundo no dan para sostener las prioridades y abandonar el gasto en cosas menos necesarias se hace prioritario.

Los gobiernos no lo quieren entender, así que tratan de sostener ese consumo insostenible con más fuerza empeorando la situación con los famosos “estímulos”. Esto solo hará las cosas peor. Y así estamos. Piénselo cuando llegue el carnaval.

( Artículo de Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá, publicado en el diario La Prensa )

Comments:
Los ministros de Haciendas reunidos en Chile están contentos con esas 'inyecciones' de dinero.
Es un a lástima que los economistas que no son de izquierda no critiquen esa metáfora.
 
Javier:La razón es que la mayoría de economistas no izquierdistas son keynesianos,como se ha puesto de manifiesto en esta crisis.Creen que si el gobierno gasta todo se solucionará.Por lo visto,la experiencia de Japón durante los años 90 no sirvió de nada.
 
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