July 23, 2009
El economista con los pies en la tierra
Comentaba un comediante político norteamericano que la economía es la ciencia de la carestía o escasez, mientras que la política es el arte de olvidarse que existe escasez de recursos.
Este chiste es bueno aunque peca de anacrónico, ya que a partir de Keynes las ciencias económicas han perdido el sentido de la carestía de recursos inherente en ser habitantes de este planeta, mientras han puesto su fe en el historicismo estadístico de una moneda que desde hace muchos años perdió toda conexión con la realidad mundial de recursos limitados.
La explicación convencional de la actual crisis atribuye la misma a dos causas: intereses muy bajos y falta de “regulación” que llevó a “excesos” en el otorgamiento de crédito. Ambas, aunque suenan razonables, pecan de ser tautológicas, ya que enumeran una consecuencia de manera distinta, sin realmente atribuir una causa inicial; la primera dice que los intereses son demasiados bajos pero no responde por qué y cómo es que deben llegar a su nivel “correcto” y la segunda, aparte de olvidar que la industria financiera siempre estuvo entre las más reguladas del mundo, ni medianamente llega a explicar el por qué un grupo de funcionarios públicos llamados reguladores saben cómo otorgar créditos mejor que los dueños de ese dinero.
Los recursos mundiales son limitados, y no me refiero sólo al dinero que se imprime de la nada y por lo tanto es infinito; hablo de recursos reales como petróleo, comida, minerales, el ambiente, etcétera, que son escasos no tanto por su existencia, sino que para llegar a ellos y transformarlos en recursos “útiles” o consumibles se necesita la utilización de recursos existentes, ahorros, que son estrictamente limitados, por el tiempo necesario para producirlos.
Piense en la madera de un mueble; resulta que para que esta madera haya llegado allí, en algún punto en el tiempo, alguien, un empresario, decidió sembrar una semilla iniciando un proyecto que en términos de ciertas maderas tomara por lo menos 25 años en transformarse en una madera útil. Lo que implica que para aumentar el inventario actual de estas maderas se necesitan por lo menos 25 años más y todos los recursos necesarios para darle mantenimiento a esas plantaciones. Esto es inminente en la realidad económica y que nada, ni todos los “estímulos” del mundo, lograrán cambiar. Lo que consumimos es el resultado final de proyectos iniciados años y hasta décadas atrás y no hay nada que las políticas económicas presentes puedan hacer al respecto.
En mercados no intervenidos, donde el dinero es honesto, los empresarios, a través del sistema de precios, son capaces de determinar la escasez relativa de recursos y así destinar los recursos útiles existentes, ya sea para consumo presente y para consumo futuro utilizando estos recursos para sostener proyectos de producción que culminarán en años o décadas futuras. A mayores recursos presentes mayor será la extensión de estos proyectos.
Lastimosamente, el dinero que manejamos ahora y que está supuesto a indicarnos la escasez relativa de recursos no es honesto porque literalmente está creado de la nada y controlado de manera monopólica por un grupo pequeño de políticos y bancos asociados a un cartel gubernamental llamado banca central. Es aquí donde se distorsiona la manipulación de las tasas de interés. El resultado es que los empresarios han perdido la brújula que indica las prioridades de los consumidores, haciendo que se descubran a punta de golpes con crisis y colapsos inesperados en la demanda.
Las ciencias económicas convencionales con su obsesión con el historicismo estadístico y los agregados donde suman peras, manzanas y lápices como si cumplieran con la misma función, pierden totalmente de vista esta realidad que he descrito y que no es más que la estructura del capital en una economía. Cuando leemos que si la economía creció 3.1 ó 3.8 %, aparte de la petulancia de clamar semejante precisión en la medición, esto no es más que un vulgar agregado de estadísticas que nada pueden decir acerca de la verdadera conformación de la estructura del capital en una economía.
De allí que no nos sorprenda que de repente todo se pare cuando parece que todo está bien tal como un auto que tiene el indicador de combustible dañado. La crisis actual se resume en que no hay suficientes recursos reales en el mundo para financiar todos los proyectos a nivel global; hay que establecer prioridades y posiblemente abandonar algunos, aunque estén a medias y mientras los banqueros centrales y los políticos no se den cuenta de esto, más tiempo durará la crisis.
( Artículo de Olmedo Miró, de la Fundación Libertad de Panamá, publicado en el diario La Prensa )