August 16, 2009

 

In Denial: Revisando la historia


El régimen soviético fue una tiranía desde el principio. Tomó el poder en un golpe de estado contra la Asamblea Constituyente. El “terror rojo” de Lenin fue un preludio del reino de Stalin, denunciado por Khrushchev en 1956. El régimen recibió un golpe demoledor con la publicación del libro de Solzhenitsyn “Archipiélago Gulag” a principios de los 70.

Desde finales de los 70, un grupo de académicos trató de “normalizar” el régimen de Stalin, minimizando el número de víctimas y culpando a un proceso burocrático fuera de control. Por ejemplo, Jerry Hough, de Duke University, cifra las víctimas del “gran terror” de Stalin en unas cien mil, e incluso cree probable que fueran algunas decenas de miles. Por su parte, J. Arch Getty, de University of California, absuelve de culpa a Stalin, a quien considera un moderado que no pudo controlar a la burocracia.

Además, el grupo de académicos niega que la URSS fuera un estado totalitario y lo consideran como cualquiera de los de Occidente.

Curiosamente, no existe ningún documento escrito firmado por Hitler en el que ordene la matanza de judíos, mientras que hay muchos firmados por Stalin ordenando ejecuciones y estableciendo cuotas a la policía política.

Robert W. Thurston afirma que en 1937 y 1938 fueron ejecutadas 682 mil personas, o sea, más de 900 por día. No obstante, defiende que no existió ningún terror masivo. Theodore Von Lave, de Clark University, dice que los logros de Stalin se realizaron a un costo exorbitante de vidas humanas, pero que esto era normal para la época.

El revisionismo ha sido más fuerte entre los historiadores del comunismo norteamericano. A partir de los años 70, los revisionistas han mantenido como un dogma que el McCarthysmo y el anticomunismo popular de las décadas anteriores infligieron grandes daños a la cultura norteamericana, redujeron las libertades democráticas, apoyaron el imperialismo y llevaron al desastre de Vietnam.

Según los primeros revisionistas, el PCUSA fue una organización poco importante y prácticamente insignificante. Curiosamente, la segunda ola de revisionistas defendió que había jugado un papel importante en la política y cultura norteamericanas. Para los años 90, los revisionistas habían logrado controlar la historia del PCUSA.

Eugene Genovese, prominente historiador marxista, escribió un notable artículo en 1994. Después de entonar su mea culpa sobre su propia credulidad, desafió a aquellos cuya ignorancia sobre los crímenes comunistas equivalía a una complicidad intelectual. Los acusó de negarse a examinar la evidencia y de incompetencia profesional. Según Genovese, la mayoría de los izquierdistas habían adoptado la táctica de no admitir, no explicar, y no disculparse de nada.

Para los revisionistas, criticar el comunismo es un pecado imperdonable. Según Ellen Schrecker, el anticomunismo es culpable de destruir el movimiento de los derechos civiles, de las restricciones al poder de los sindicatos, de la falta de un seguro médico nacional, de la ineficiencia del gobierno, de la diplomacia incompetente, del lento desarrollo del feminismo, de la falta de músicos en las orquestas, de las malas películas, de los programas aburridos de televisión, y de retrasar el progreso de las ciencias naturales.

Para Joel Kovel, los anticomunistas son enfermos mentales. El anticomunismo de la guerra fría no tenía nada que ver con el comunismo soviético sino con el odio hacia una sociedad sin clases. La URSS no tenía ninguna relevancia.

( Haynes and Klehr, In Denial: Historians, Communism & Espionage, En counter Books, 2003, Pag. 11-57 )

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