August 17, 2009

 

No hay como declararse progresista


El político participaba en un programa de debate, o más bien de comentarios sobre esto y aquello. De vez en cuando daba alguna opinión, ni mejor ni peor que las de sus contertulios. En un momento dado, juzgó necesario manifestar: “Es que soy progresista”, declaración recibida con un respetuoso silencio.

Yo, no sé si por formación o deformación profesional, tengo la costumbre de fijarme en el lenguaje corporal de quienes hablan en TV. Entonces observé, o al menos así me pareció, que el político ensanchó un 50% su perímetro torácico, aumentó su estatura al menos en 30 centímetros, y sonrió beatíficamente mientras aparecía una especie de resplandor alrededor de su rostro.

Proclamarse progresista tiene no pocas ventajas. Estas son algunas de ellas:

1. Por definición, uno está del lado del progreso, o para decirlo más contundentemente, del lado correcto de la Historia. Por lo tanto, no está sujeto a prueba ni admite discusión. Es así y punto. El que no lo acepte tiene que ser imbécil, malvado, o ambas cosas.

2. El autodenominado progresista dispone de una serie de ideas, o tal vez cabría denominarlas como consignas o frases hechas, que han demostrado con creces su valor para llenar pancartas y cerrar la boca a sus oponentes. Las mismas se derivan de campos como pobrismo, redistribucionismo, solidarismo, igualitarismo, regulacionismo, ecologismo, onuismo, oenegenismo, tercermundismo, buenismo, feminismo, indigenismo, populismo, y muchos otros.

3. El progresista casi nunca tiene que probar nada porque nadie se lo exige; unos porque dan por supuesto que los tópicos progresistas son los correctos, y otros porque no se atreven. En el improbable caso de que alguien le pida razón de sus afirmaciones, el progresista se limitará a mirar con aire de superioridad al preguntón, y le dirá cosas como : “Es obvio”; “Es evidente”; “El consenso de los expertos indica que...”; “No me dirá usted que cree en esas ideas tan anticuadas”. Y así sucesivamente.

4. El progresista dice asignar un gran valor a la tolerancia, pero la entiende en una forma muy curiosa. Viene a ser una variación de la “tolerancia represiva” de Marcuse, o sea, tolerancia para con todas las ideas izquierdistas, e intolerancia con todas las demás. Los liberales somos la bestia negra del progresista porque no tenemos ningún empacho en exponer sus contradicciones. Lamentablemente, yo al menos no recibo los insultos que merezco. En este campo, el progre demuestra una notable falta de creatividad.

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