September 30, 2009

 

El peregrino Chomsky y sus ilustres antecesores


El pobre, que desde hace algunos años no anda muy bien de la chaveta, preregrinó a Caracas en busca del mundo nuevo que se está construyendo por allí. Este es el último episodio grotesco de una serie ininterrumpida de peregrinaciones que comenzaron hace noventa años, y que describe Paul Hollander en su libro Political Pilgrims.

Cuando los primeros grupos norteamericanos visitaron la URSS en los años 20, se entusiasmaron con lo que vieron. Los profesores alabaron la regimentación educativa. Los médicos vieron un paraíso de salud e higiene. Los científicos sociales se entusiasmaron porque sus colegas planificaban todo.

Los cuáqueros fueron particularmente entusiastas; D. F. Buxton escribió que el régimen comunista estaba más inspirado por la fe, esperanza y caridad que su propia sociedad, Aunque los jefes de la URSS vivían como potentados mientras millones pasaban hambre, Buxton sólo veía que los mandamases llevaban una vida austera.

Cuando se vieron confrontados con las desigualdades en el paraíso comunista los intelectuales de EU inventaron excusas implausibles. Las desigualdades en el socialismo trabajaban a favor de la sociedad, o eran consistentes con la justicia social. Theodore Dreiser notó que en Moscú había mendigos en las calles pero proclamó que esto era muy pintoresco.

John Dewey afirmó que el comunismo soviético era intrínsecamente religioso y tenía espíritu y la fuerza del cristianismo primitivo. El clérigo Hewlett Johnson escribió que allí la cooperación reemplazaba al caos competitivo, y la eliminación de la ganancia permitía la motivación más elevada del servicio.

Millones murieron de hambre en los años 20 y 30, pero Walter Duranty, del New York Times, informaba que los graneros se desbordaban y las vacas abundaban. Por su parte George B. Shaw proclamaba que no había, ni podía hacer, escasez de alimentos en la URSS.

Muchos de los intelectuales alabaron las cárceles soviéticas y excusaron las purgas de Stalin; W. E. B. Du Bois pensaba que Stalin era razonable y conciliatorio.

Los intelectuales occidentales estaban impresionados de que sus colegas soviéticos fueran tan importantes para el gobierno. Edmund Wilson se maravillaba de la posición de Gorki, que era el censor de Stalin.

Paul Baran describió a Cuba como un jardín paradisíaco donde los problemas agrícolas se esfumarían con un excedente económico gigantesco.

Paul Sweezy decía que uno regresaba de Cuba con la fe en la humanidad restaurada a causa de las experiencias purificadoras y liberadoras.

Theodore Draper admitió que la política económica cubana era mentirosa, brutal y arbitraria, pero debía ser admirada porque era socialista.

Según Norman Mailer, Fidel Castro era el mayor héroe mundial después de 1945. Para Paul Sweezy, aunque Castro torturó y asesinó, sin embargo era un apasionado humanitario. Para George McGovern Castro era un genio que podía conversar con gran conocimiento sobre cualquier asunto.

Termino. Los peregrinos de los años 20 podían tener alguna excusa, por mínima que fuese. Lo de Chomsky es patético. Si vas a lamer la bota de un tirano, que el menos sea uno de categoría.

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