September 06, 2009

 

In Denial: De la negación a la justificación


Después de todas las evasivas, cegueras, lógicas tortuosas, escenarios improbables, negaciones y falsedades, la evidencia de los cables de Venona y los archivos de Moscú sigue persiguiendo a los historiadores revisionistas. Algunos han cambiado total o parcialmente su posición. La mayoría sigue negando la evidencia o justificando la traición de los comunistas norteamericanos.

Victor Navasky niega que Alger Hiss espiase para la URSS, y añade que, en caso de que lo hubiera hecho, eso no era una traición a los EU. Por lo visto, no sabe que los nuevos miembros del PCUSA juraban “defender la Unión Soviética y lograr el triunfo del poder soviética en EU.”

Bernice Schrank dice que si los comunistas norteamericanos espiaban para la URSS, habían rusos que espiaban para EU. Esto es una tontería. En los años 30 y 40 EU no tenía en la URSS nada remotamente parecido a la quinta columna del PCUSA. Afirmar que ambas partes hacían lo mismo es una insensatez.

Theoaris dice que se entregaron secretos militares a los soviéticos, pero que el robo de los mismos favorecía a EU.

Walter y Miriam Schneir primero negaron que los Rosenberg fuesen espías. Luego aceptaron que lo eran, pero negaron que tuvieran nada que ver con la tecnología de la bomba atómica.

Eric Foner no acepta ninguna evidencia. Después que Radosh y Milton publicaron The Rosenberg File (1983) detallando toda la evidencia, Foner se limitó a condenar el libro. Después de la publicación de los documentos de Venona, que obligaron a otros a cambiar, Foner se mantuvo en sus trece.

Gerda Lerner anunció en un libro publicado en 2002, sin aportar ninguna prueba o análisis, que la nueva evidencia sobre los Rosenberg era contradictoria y que ella estaba segura de que eran inocentes.

Ellen Schrecker admite que hubo cierto espionaje en los años 30 y 40. Luego se pregunta si estas actividades eran realmente malas y si eran una amenaza para los EU. Finalmente, absuelve a los espías porque no lo hicieron por dinero sino por razones ideológicas.

Michael Parrish dice que quienes espiaron para Stalin ayudaron a la paz mundial al debilitar a EU.

Bernice Schrank escribe que Rosenberg no estaba necesariamente envuelto en espionaje sino en “transferencia no autorizada de tecnología”. Robert Meeropol habla de “compartir información con los soviéticos” y de “cooperación internacional”.

Otro de los argumentos es que para finales de los años 40 la KBG eliminó la práctica de trabajar con el PCUSA para reclutar espías. Por tanto, toda la actividad anticomunista de finales de los 40 y principio de los 50 fue un asalto innecesario a las libertades básicas. Por ejemplo, Ellen Schrecker considera que el mayor pecado no fue la traición de los comunistas sino el anticomunismo, que utilizó esa traición como una excusa para la “mayor represión política en la historia de EU.”

No conocemos en detalle cómo se manejó el espionaje soviético en el periodo de posguerra. Parece que el PCUSA fue abandonado, aunque no totalmente, como la fuente para reclutamiento de espías. La KGB se mantuvo en contacto con los altos dirigentes del PCUSA, y hay evidencias de que estos actuaron ocasionalmente como buscadores de talentos para el espionaje.

En los años 30 y 40 los espías estaban motivados ideológicamente. En los años 50 la KGB recurrió al dinero, el resentimiento y el chantaje.

Indudablemente, el anticomunismo de la postguerra fue una respuesta racional y entendible a un peligro real para la democracia norteamericana.

( Hayes and Klehr, In Denial: Historians, Communism and Espionage, Encounter Books, 2003, Pag. 193-226 )

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