September 20, 2009

 

Las Memorias de Revel: Influencias propicias


1. Resumen del capítulo
En este capítulo, Revel comenta sobre algunas personas que influyeron sobre él en su adolescencia. Hace notar que en el grupo de amigos de su padre, compuesto de empresarios y comerciantes, se discutía mucho sobre literatura. Cada quien tenía sus propios gustos literarios y sus propias opiniones, elaboradas a partir de sus propias lecturas, ignorando olímpicamente a los críticos literarios. Su propio padre era un aficionado a la poesía y conocía a muchos de los poetas franceses.

Revel habla con admiración del doctor Pierre Imbert, que alquiló una habitación en su casa. Revel veía en el doctor la réplica moderna de lo que era un maestro de sabiduría en la antigüedad. Imbert poseía una vasta cultura y la ampliaba continuamente. Toda esa cultura había sido totalmente asimilada y fluía en la forma más natural. Imbert fue quien animó a Revel a leer a Montaigne.

Pero a quien más espacio dedica Revel es al Padre Nicolet, su profesor de filosofía, el primero en el tiempo y en capacidad de todos los profesores de filosofía que tuvo. De él dice que fue el único filosofo de verdad, en el sentido de Sócratas o Spinoza, porque era tanto un pedagogo como un modelo.

Revel anota que en una modesta clase de filosofía de provincias descubrió la probidad y el rigor, el amor a la verdad y el escrúpulo en los juicios, y la preocupación por informarse sin hacer trampas.

Nicolet dispensaba una enseñanza neutra, sin tratar de inclinar la filosofía hacia la religión. En su curso sobre el origen de la religión, exponía con imparcialidad las teorías de Frazer, Spencer, Durkheim y Freud. Sus preferencias personales se inclinaban por Bergson, pero no trataba en absoluto de imponerlas.

2. Textos seleccionados

·Hoy, a pesar de la extensión de la enseñanza y el incremento del número de compradores de libros, cada vez nos topamos menos con gente instruida a su manera propia, con aficionados que poseen un gusto sincero y personal, basado en experiencias. Parece que vivimos progresivamente en una cultura de oídas.

·Mi padre sentía adoración por Guillaume Apollinaire y Max Jacob. Recuerdo que leía frecuentemente una antología que comenzaba por Baudelaire, Verlaine, y Rimbaud, continuaba con Lautreamont, Charles Cros y Jarry, Nouveau, Corbiere y Apollinaire. Y luego con poetas anteriores a 1914 como Levet, Toulet, y poetas vivos como Oscar Milosz, Pierre Reverdy, Cendrars, Valery o Cocteau.

·El intelectual dispone de dos recetas para que ninguna mayoría deje nunca de apreciarlo y así superar cualquier contratiempo. Una es no equivocarse jamás. Esta era la fórmula de Raymond Aron. La otra es equivocarse siempre. Esta es la de Alain Minc.

·Cuando yo fui profesor, la neutralidad de los profesores se resintió, no por los prejuicios religiosos sino por los políticos. La mayoría pertenecía a la izquierda marxista o le profesaba obediencia ideológica.

·En 1971 Francois Mitterrand no me mostró ninguna comprensión cundo le declaré que ya no creía en el socialismo. La diferencia entre Nicolet y Mitterrand era que el primero profesaba una fe real y se interesaba por las razones intelectuales que me llevaban a ponerla en cuestión, mientras que para el segundo el socialismo no era más que un medio para conquistar el poder. Al tomarme como un desertor de la causa, no veía ningún sentido a una discusión que sólo tenía por objeto la búsqueda de la verdad.

( Jean-Francois Revel, Memorias, 2007, Pag. 47-76 )

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