September 13, 2009

 

Las memorias de Revel: Los años de estudio


1. Resumen del capítulo

Revel comienza señalando que se arrepiente de muchas cosas, sobre todo de su incapacidad de defender su tiempo contra saqueadores externos. Hizo sus estudios primarios y secundarios con los jesuitas. Era un alumno ni bueno ni malo. Más bien era un tipo extraño. Revel confiesa que a partir de los once años no podía soportar los manuales de historia de la literatura y filosofía, y prefería leer directamente a los autores. Faltaba a clases para quedarse leyendo y llegó a poder provocarse fiebre cuando quería y engañar al médico.

En 1941 logró que sus padres lo enviaran a un internado en Lyon, donde se sintió libre, y luego a una pensión, donde descubrió la felicidad de la vida de hospedaje, con su poder de aislamiento espiritual.

En 1943 aprobó a la primera el ingreso a la Escuela Normal Superior, la más prestigiosa de Francia. Decidió especializarse en filosofía. Como tenía afición a muchos otros asuntos, siguió con su vieja costumbre de leer sobre diferentes temas. Revel comenta que su eclecticismo le libró de convertirse en el típico profesor de filosofía o en el intelectual ortodoxo de los cincuenta, instalado en el existencialismo, el psicoanálisis y el marxismo.

Al terminar la Normal, cometió el error de casarse a los 21 años en 1945. Esto le obligó a ocupar puestos de profesor fuera de Francia; en Argelia durante 1947-1948; en el Instituto Francés de México entre 1950-1952, y en el de Florencia entre 1953-1956.

No obstante, esos destinos le aportaron conocimientos importantes. En Argelia, el sistema colonial y las costumbres islámicas. En México aprendió español y pudo observar las contradicciones de las sociedades latinoamericanas. En Florencia aprendió italiano y se interesó por el arte. Revel regresó a Francia a finales de 1956, con 32 años, después de obtener el título de catedrático.

2. Textos seleccionados

·Durante mis años de colegio, mis maestros no me negaban la inteligencia, pero tampoco toleraban el uso que yo hacía de ella. Ni buen ni mal alumno, tampoco del montón, porque podía ser brillante, flotaba en un espacio indefinido. Molesto animal que no se dejaba ubicar en la clasificación de las especies pedagógicas.

·Desde que tengo uso de razón aborrezco y evito los manuales de historia de la literatura, cuyos autores tienen el don de volver anodino todo lo que tocan. Son verdaderas máquinas de quitar a la juventud la afición a las letras a fuerza de reducir las obras a tópicos, aunque sean de vanguardia.

·Muchas veces he observado que alumnos muy buenos en secundaria no se bandean muy bien en la enseñanza superior. Fallan cuando hay que pasar de la simple aplicación laboriosa a la reflexión original.

·Después de romperme los codos varias semanas intentando descifrar una obra sobre Kant, al atreverme a leer la Crítica de la razón pura descubrí que Kant exponía su pensamiento mucho mejor que cualquier comentador, lo que no tiene nada de particular.

·Fuera del horario escolar me encantaba conversar con los amigos y compañeros que tenían las mismas curiosidades que yo, pero en cambio desarrollé un talento especial para zafarme de las ceremonias familiares. Yo aceptaba con estoicismo la inevitable reprimenda materna que me caía cuando reaparecía.

( Jean-Francois Revel, Memorias, 2007, Pag. 13-43 )

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