September 07, 2009
Predicar y dar trigo
Cuando era niño escuchaba con frecuencia un refrán que decía : “No es lo mismo predicar que dar trigo”. Este me vino a la memoria al leer las siguientes reflexiones del verde apocalíptico Adam Sacks:
“Debemos dejar atrás diez mil años de civilización. Esta nos ha dado el poder de crear en doscientos años cambios planetarios que según los ciclos naturales exigirían cientos de miles de años, pero no la sabiduría necesaria para mantener cerrada esta caja de Pandora. Tenemos que descubrir otras formas de vivir.
Queremos nuestros autos, nuestra electricidad, nuestros iPods, nuestros Nikes y nuestras centrales nucleares, pero nos comportamos como si no comprendiéramos nada sobre la tierra, el agua y el aire que nos dan vida. Debemos pensar y actuar en forma diferente.
Tendremos que pensar cómo vivir local y sosteniblemente. Vivir localmente significa que podamos obtener todo lo que necesitamos dentro de un área que podamos recorrer caminando o a lomos de animales. Quizás podamos encontrar formas sostenibles de movernos más allá de esos pequeños círculos, pero nuestro desempeño no es bueno y haríamos bien en pensarlo cuidadosamente.
Igualmente, cualquier tecnología debe estar basada localmente, y debe utilizar recursos y herramientas locales, renovables y no tóxicas.”
Hasta aquí Sacks. A mí lo que me jode de estos partidarios vocales del infierno verde es que predican mucho pero dan poco trigo. Viven en las ciudades, manejan autos, viajan en avión, consumen energía, y viven más o menos como cualquier miserable pecador.
Tomemos el ejemplo de Al Gore. Para empezar, el tipo tiene al menos veinte kilos de más. Yo no acepto un ecologista con sobrepeso. Eso es una contradicción en los términos. Además, gasta electricidad como cien familias norteamericanas corrientes. Y va de acá para allá en avión, en vez de ir a lomos de mula. Obviamente, nadie que se respete medianamente va a perder un minuto de su tiempo escuchando a semejante mamarracho.
Lo que yo quiero ver son comunidades ecologistas que practiquen lo que predican. Que vayan al campo, vivan preferentemente en cuevas, cultiven sus propios alimentos con sus propias manos, y no lancen a la atmósfera ni un miligramo de CO2. Es muy probable que así lograrían convertir, sin decir palabra, a los pecadores más empedernidos. Claro que quizás su objetivo no sea la ecología sino el poder.