December 24, 2009

 

Apuntes sobre Cuba con Panamá al fondo


En este artículo pretendo tocar algunos temas económicos de Cuba y establecer algunos paralelismos y contrastes con la situación en Panamá.

Comienzo con la producción agrícola. Según el economista cubano Oscar Espinosa Chepe, la agricultura cubana es un desastre. Las entidades estatales sólo han producido pérdidas, en el marco de falsas cooperativas en las que las opiniones de los trabajadores nunca han contado nada.

El mal manejo de las tierras y el riego inadecuado han ocasionado que millones de hectáreas hayan sido seriamente dañadas por salinidad, compactación, falta de drenaje, erosión y otros males. Otro asunto importante es la masiva deserción de especialistas agrícolas que buscan mejores ingresos en otras actividades.

Entre 1998 y 2007 el área cultivada se redujo nada menos que en un 33%. La consecuencia de todo lo anterior es que Cuba importa el 60% de los alimentos que consume, una parte importante desde Estados Unidos. Por ejemplo, en el 2005 compró en Estados Unidos 2 millones de toneladas de maíz, 1.7 millones de trigo, 656 mil de arroz, 600 mil de harina de soya, 434 mil de frijol de soya y 372 mil de pollo, todo pagado por adelantado en efectivo.

Puede que a nosotros la situación del agro cubano nos parezca perfectamente predecible. Sin embargo, un economista como Paul Baran, en los años setenta, describió a Cuba como un jardín paradisíaco donde los problemas agrícolas se esfumarían con un excedente económico gigantesco.

Recientemente, el gobierno cubano entregó tierras ociosas en usufructo a quienes quisieran hacerlas producir inmediatamente, fuesen empresas, cooperativas o individuos. En total se entregaron unas 700 mil hectáreas a 82 mil productores. Los resultados están por verse, ya que los productores no tienen crédito, semillas, fertilizantes, combustible, o pesticidas. Pero de alguna manera se las arreglarán para producir y lograr beneficios.

Veamos ahora el tema de las jubilaciones, donde se van a cambiar, si no se han cambiado ya, las edades de jubilación y el mínimo de cotizaciones. Las edades aumentan de 55 a 60 años para las mujeres, y de 60 a 65 para los hombres. El mínimo de cotizaciones pasa de 25 a 30 años.

Esto me lleva a las reformas del gobierno pasado y a la mesa del diálogo sobre el tema. Pese a que quedó en el ambiente la idea de que el principal programa de jubilaciones se había arreglado para unos treinta o cuarenta años, la verdad es que esto no sucedió. La sostenibilidad financiera de las jubilaciones sólo se mejoró marginalmente, como me confirmó uno de los actuarios más destacados que trabajó en la mesa. Dentro de pocos años habrá que volver a discutir el tema y tomar decisiones difíciles: aumentar edades, aumentar el porcentaje de contribución, disminuir beneficios, o una mezcla de varios de los elementos anteriores. Pienso que las edades actuales no se van a poder mantener por mucho tiempo y que un eventual aumento pudiera combinarse con jubilaciones anticipadas con los factores de descuento correctos.

El último punto que quiero tratar es el de ciertos principios o políticas que Raúl Castro ha formulado en algunos discursos durante el presente año. Por ejemplo, que los cubanos deben esperar un comunismo realista que sea económicamente sostenible. Que los planes económicos deben ajustarse estrictamente a los ingresos disponibles. Que la situación económica no permite un pronto aumento de los salarios. Que el socialismo significa igualdad de derechos y oportunidades, pero no de ingresos. La igualdad no es igualitarismo. Más aún, este último es una forma de explotación, la del buen trabajador por el que no lo es. Finalmente, que los salarios se asociarán con la productividad individual por primera vez en el gobierno socialista.

Pienso que este último concepto es perfectamente aplicable al sector público en Panamá. Necesitamos una valuación de puestos, unas escalas salariales apropiadas y una política de aumentos salariales basados en el rendimiento. La tarea sería compleja, pero posible. Claro que no me hago ilusiones al respecto.

En el sector privado, creo firmemente en los incentivos relacionados con los resultados de la empresa, sea en la forma de reparto de utilidades o bonos relacionados con resultados que influyen en las utilidades. Además de reconocer la contribución de los trabajadores, ayudan a que todo el mundo dirija sus esfuerzos al logro de los objetivos del negocio. ¿Estoy soñando? Puede ser.

(Artículo del autor, publicado en el diario La Prensa)

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