February 14, 2010

 

Sennholz: Dilemas morales sobre los impuestos (2002)


La deshonestidad diseñada para enriquecerme o promover mi interés es moralmente mala, pero ¿qué sucede si creo que el impuesto es arbitrario, destructivo e inmoral? La oficina del IRS puede que me haya cargado de más en el pasado, o que uno de sus auditores me haya hecho un alcance arbitrario.

Los norteamericanos más productivos pierden en impuestos más de la mitad de sus ingresos. La tasa marginal federal más alta es 39.6%. Si añadimos las estatales y locales y los impuestos corporativos que pagamos a través de nuestras compras debemos concluir que los profesionales norteamericanos pierden más de la mitad de sus ingresos.

El gasto del gobierno ha crecido ininterrumpidamente durante más de medio siglo y los impuestos han aumentado en todas las administraciones excepto en los años de Reagan. Este redujo el impuesto de la renta en 30% y redujo la tasa marginal máxima a 28%, pero el gasto federal y la deuda aumentaron. El primero, de 632 billones a algo más de un trillón. La segunda, de 950 billones a 2.7 trillones.

Mientras que muchos políticos olvidan sus promesas, los agentes del gobierno pueden trabajar diligentemente para crear un orden económico coactivo. Los agentes del IRS pueden estar guiados por la envidia hacia las posesiones de otros; agentes con un MBA pueden resentir los millones que gana un empresario que nunca fue a la universidad; o pueden estar guiados por ideologías hostiles a la propiedad privada.

No importa cómo actúen los políticos, nosotros debemos guiarnos por los principios de moralidad. Sin embargo, la obligación de elegir los principios puede a veces llevarnos a cursos de acción contradictorios. La obligación normal de decir la verdad puede entrar en conflicto con la de evitar el daño para otros. La obligación normal de responder correctamente las preguntas del IRS puede entrar en conflicto con la de no participar en políticas inmorales. Para resolver este conflicto de obligaciones, necesitamos reflexionar sobre las teorías éticas y establecer una jerarquía de obligaciones.

En el espíritu de la deontología kantiana puedo obedecer las leyes de impuestos sin reflexiones o discusiones adicionales. Pero si profeso el consecuencialismo, reflexionaré sobre la declaración y pago de impuestos y las alternativas que tenga según las consecuencias previsibles. O tal vez pueda buscar una solución intermedia entre ambas posiciones. Por ejemplo, puedo evitar legalmente los impuestos invirtiendo mis fondos en obligaciones exentas y creando y apoyando fundaciones caritativas. Puedo reestructurar mi negocio de forma que no obtenga ingreso gravable. Incluso puedo decidir dejar el país e ir a otro con menos impuestos.

Decir la verdad es una obligación básica, pero no es superior a otras obligaciones, incluso en asuntos de impuestos. Cuando entra en conflicto con la preservación de la vida humana, debe ceder ante ella.

La propiedad privada es un factor importante en la preservación de la vida, la productividad del trabajo y la cooperación pacífica. Robar posesiones es, por tanto, un asalto a la persona y a la sociedad. Robar no es moralmente defendible aunque se haga por el voto de la mayoría. En una sociedad de tres personas, el voto de dos para robar al tercero es inmoral. En una de 275 millones, el voto de la mayoría para saquear a sus miembros ricos es inescrupuloso e inmoral. Sin embargo, las mayorías políticas lo practican en todas partes, utilizando eufemismos como “redistribución”, “equidad”, “justicia” o “bienestar”.

La voluntad de la mayoría no se plantea dilemas morales; el poder es la medida de la moral. Sin moralidad cívica, la sociedad sufre. Sin moralidad privada, hacemos el mal y corrompemos la moralidad cívica.

( Hans F. Sennholz, Sowing the wind, 2004, Pag. 275-279 )

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